Tierra de Campos, palomares, tormentas y amapolas. Cuándo lo quieres todo en una fotografía.

 

Palomar en Tierra de Campos, Palencia. 14mm, 10", f11 e ISO 64.

Este fin de semana pasado, la fotoaventura nos ha llevado de nuevo a Palencia. Por un lado, tenía que pintar la bajante de la casa del pueblo para así poder mover el andamio y continuar con la obra de la casa del pueblo. Y por otra parte, necesitaba esa desconexión que nos ofrece la fotografía.

Antes de continuar, quisiera compartir con vosotros que este pasado 10 de mayo mi Perrito ha cumplido 13 años. Con esta edad, cada poco tiempo, es normal ir viendo como se va apagando. Estas últimas semanas se ha apoderado de mi la sensación de pérdida inmediata, siendo muy consciente de que en el mejor de los casos no va a llegar a dos años lo que nos queda de disfrutar juntos. Y en el peor....

Bueno, venga lo que venga, si que tenía muy claro es que este fin de semana me lo iba a llevar conmigo y la planificación fotográfica giraría en torno a las posibilidades de Perrito. Y así ha sido. Como siempre, antes de salir, ya sabía que había excursión, jadeaba y movía la cola sin despegarse de mi, con ese nerviosismo de quien sabe que le espera una jornada llena de sorpresas. Una vez en el pueblo he de decir que el aire de la meseta le ha vuelto a sentar muy bien, donde sin excesos, hemos gozado de los habituales paseos por el río.

Una vez en casa su aspecto es el de un perro de 13 años, pero para nada parece entreverse una marcha inminente. Espero que eso aún esté muy lejos.

Hartza disfrutando de un baño de sol que seguro están agradeciendo sus maltrechas articulaciones.

Planeando el fin de semana sobre Tierra de Campos.

Estamos en un fin de semana de mediados de mayo, luna llena, movilidad reducida por ir acompañado de Perrito, y previsión de tormentas. Durante la semana barajé varias opciones, decantándome por el castillo de Belmonte de Campos, fotografía que ya veremos en próximas entradas. No obstante, dada la época del año era muy probable que me encontrara con algún campo de amapolas, también, debido a que me iba a mover por Tierra de Campos y que esta está salpicada de palomares o restos de ellos, era muy posible que me entretuviera con alguno de ellos.

Amapolas, tormentas y un palomar.

El sábado, después de trabajar un rato en la rehabilitación de la fachada de la casa del pueblo, agarré bártulos y acompañado de mi querido Perrito, pusimos rumbo al castillo de Belmonte de Campos. 

Como siempre hago, por el camino, me voy fijando en posibles hitos fotográficos que pueda fotografiar otro día. Después, al parar el coche, los busco en Google Maps para guardarlos y así recordarlos. En esta ocasión, a unos 14 kilómetros de mi destino, a las afueras de Villarramiel, a pie de carretera, encontré este palomar semiderruido con los campos que le rodeaban salpicado de amapolas. Apuntado quedó para la vuelta.

 

Me fui a mi destino inicial, el castillo de Belmonte. Disfruté fotografiando y contemplando el castillo y sufriendo a los mosquitos que atacaban como drones. Un rato antes del atardecer el cielo se puso interesante, volví a consultar la App meteorológica y me decía que para las 23 horas tormenta, pero lo cierto es que esta se adelantó un poco. Instantes antes de la puesta de sol el aire cambió, el cielo se cubrió y se torno de un azul grisáceo que dejó rápidamente caer unas gotas de agua que aunque no eran muy copiosas, si lo suficiente para dejar persistentes goterones en el filtro. Los esperados rayos no acababan de llegar y el cielo cada vez era más plano.

 

Llegados a este punto, comentar que mientras desayunaba esa misma mañana, al calentar el agua en el microondas para el café soluble que me iba a hacer despertar del todo, se me fue un poco de las manos el tiempo calentando en exceso el agua. Acostumbrado a un ritmo cotidiano de desayuno durante el que alterno sorbo de café mientras miro las noticias en el móvil, di un sorbo con el preciado liquido despertador demasiado caliente con la consiguiente abrasada de lengua y esta vez hasta de encías. Antes de salir de casa ya mostraba un ligero palpito en la zona molar superior derecha y pensé en tomarme una aspirina antes de salir. Se me olvidó.

 

Ya haciendo las fotos esa palpitación se empezó a convertir en un dolor agudo y hasta notaba una ampolla entre dos muelas. Hice varias fotos al castillo y recogí para irme a casa, el palomar tendría que esperar a otra visita...

 

Ya en carretera, recorriendo esos 14 kilómetros que os comentaba separan el castillo de Belmonte del palomar de Villarramiel, fue cayendo la luz y vi caer un par de rayos. Haciendo caso omiso al intenso dolor de "muelas" estacioné el coche en un apartadero que ya había fichado a la ida y dejando a Hartza al cuidado del vehículo me encamine al palomar.

 

Como viene siendo habitual en estas improvisaciones, la cara más fotogénica del palomar apuntaba para un lado, la parte más frondosa de amapolas para otro, y los rayos caían tímidamente por donde les venía en gana, pero básicamente fuera del encuadre.

Después de varios disparos de 30" logré captar un par de rayos escorados en el fotograma que he tenido la ocurrencia de recolocar en edición en una posición algo más ordenada.

Durante un rato estuve entretenido olvidando el dolor punzante en mi abrasada encía, pero no duró mucho tiempo. Volví al coche y de camino a casa, durante más de 50 kilómetros pude contemplar un espectáculo eléctrico delante de mis ojos. Tentado estuve un par de veces de parar y seguir fotografiando la tormenta eléctrica  que según caía la noche se veía más y más nítida, pero el intenso dolor, también eléctrico, me disuadió por completo y continué hasta casa a tomarme la aspirina efervescente que debía de haber ingerido antes de salir.

Y esta es la fotoaventura que relata como quería hacer o meter muchas cosas en un encuadre, pero que al final se queda en una foto simple, con un valor más personal que para disfrute del público, pero que aún así me gusta compartir el momento con todos vosotros.